lunes, 14 de febrero de 2011

Punto de retorno

Mira que he estado preguntándome una cosa, y me he estado preguntando si debo preguntártela...

Solamente tengo un interrogante, y antes de tomar cualquier decisión definitiva, me permito resolver esta pequeña pero significativa duda. Quiero saber si tu quieres que yo te quiera. 

En este preciso instante en que te escribo me encuentro en el punto de retorno. En este preciso instante de mi vida yo quiero quererte. Bien sabes a qué me refiero, es decir, más allá de lo orgánico, de lo físico, y con la exclusividad que ello significa, si me permites el uso del termino.

Y sin embargo, soy consciente que la respuesta puede ser negativa, y no pregunto por razones. Solamente no quiero equivocarme contigo, y si tú me dices que no pues ya me queda claro. Naturalmente, esto con el fin de ofrecerte una amistad sincera e incondicional tal como hasta ahora la hemos vivido, y encausar mis pensamientos y/o sentimientos hacia otra parte. 

Sabes muy bien que te quiero mucho, que te aprecio mucho, que tienes unas cualidades increíbles bien difíciles de encontrar por ahí, y que me encanta aprender contigo y sembrar la duda en tu tranquilo paraíso. Eso no cambiará, y si te planteo estos interrogantes es porque te tengo toda la confianza y sé que serás muy sincero conmigo. 

Espero que me sigas dando la oportunidad de conocerte y de molestarte y que no dejes de consentirme, y te digo todo esto con una sonrisa, al modo Fusaro ;)

No me atrevo a preguntártelo personalmente para no incomodarte. Quería que lo supieras, y así evitarnos un disgusto en el futuro y ser muy felices todo el tiempo que se pueda...

Y con otra sonrisa, de esas bien pícaras, me despido...

lunes, 7 de febrero de 2011

Travesuras de la niña mala

Et tout au coup, j'ai eu l'envie d'écrire... Tenia aprisionadas en mi mente tantas palabras, tantas experiencias, recuerdos, sensaciones, emociones, y una larga lista de sustantivos, que explotaron de la manera más inesperada, en el momento más inesperado. Y es que todo cambió esa noche. Y sí, fue una noche de copas, de salsa, de movimientos latinos (me gusta describir mucho, como en el realismo, dijo alguien), de besos. No recuerdo cuando empezó todo, es decir, cuando empezaron los besos, aunque tampoco cuando empezó la atracción. ¿Fue acaso cuando le propuse el juego de "echarle los perros" descaradamente, de manera que él no supiera si yo hablaba en serio o no? ¿Quizás cuando los temas de conversaciones dejaron de ser "los otros", y empezaron a ser "él" y "yo", mezclados en un "nosotros" tácito, febril y emocionante? ¿Fue acaso iniciativa de él, pensando que era yo quien ponía las reglas? Lo que sí fue tangible -el cuerpo, su cuerpo, y mis palabras a su oído- corroboró lo implícito: las ganas eran innegables, y más aun la felicidad que nos embriagaba, que superaba al efecto del alcohol. Las palabras, necias, jugaban a ser el telón de fondo, compás del amanecer que se acercaba, de las sombras que seríamos. Y aun con todo, estaba tranquila.

Él no lo sabe -fingí muy bien- que era mi primera vez... en mucho tiempo. Que lo que más me gusta no es su cuerpo -magnifica estatua de ébano-, ni su voz -profunda, galante, consentida-, sino la atención que me prodiga, la que me gano con esfuerzo haciéndole creer que soy yo, con mi carácter natural lo que lo envuelve. Después de esa noche, pasé un fin de semana en blanco, pensando mucho en todo lo dicho, feliz por todo lo hecho, confundida por lo que nunca había sentido, porque no imaginaba cómo se daría ese momento, aunque lo hubiera imaginado muchas veces. Pensaba en lo que él estaría pensando, y aunque ninguna idea se hacía verbo en mi cabeza, descartaba ideas, sensaciones, excitada y a la vez asustada de las consecuencias futuras. Pensé además en el riesgo que corrimos; nos cuidamos, sí, pero no dejé de pensar en el riesgo que existió, alimentado por unas ganas fogosas dispuestas a apagarse en la hoguera de nuestros cuerpos. "Y bueno, fue una noche loca", pensé, y de repente me di cuenta que fue más que eso. Otro furtivo amante, cuyo nombre salió a relucir después de tan loca desvelada, me buscó al otro día, y su presencia me fue, no incomoda, y sin embargo tampoco emocionante. No como antaño, cuando fantaseaba con ambos y no había pasado nada con ninguno.

Las ideas se arremolinaban hace tres horas. Era incapaz de darle una razón a la cabeza para que dejara quieta tanta actividad neuronal. Bastó llamarlo, preguntarle si lo habían echado de la casa o del trabajo; escuchar su risa, escucharme a mi misma, fingiendo indiferencia y aguantando la diversión, escuchándolo hablar de su inscripción a un curso de baile -porque adora la salsa, es su verdadera vocación-, preguntándome él sobre mi primer día de clases, respondiéndole que no había ido, y concluyendo, yo, que no había empezado bien el semestre; y advirtiendo, él, que estuviera juiciosa, agregando que "no se pueden pedir peras a los olmos", robándome una sonrisa, perfectamente disimulada por mi carácter fuerte y arrollador, pero que esconde ternura y cursileria.

Estuve leyendo, recientemente, dos libros que influyeron notablemente en mi carácter: Fragmentos de amor furtivo, de Héctor Abad Faciolince, y Travesuras de la niña mala, de Vargas Llosa. De ahí el titulo de este escrito... y su contenido. Estoy muy feliz de volver a escribir, de darle rienda suelta a mis ideas. Lo necesito, o volveré a nombrar en el lecho del amor palabras innecesarias..........